El peligroso arte de la edición, segunda parte

El peligroso arte de la edición Thyrso Editorial

Siguiendo el tema de la semana pasada, sobre el peligroso y, muchas veces, ignorado trabajo de los editores, y sin dejar de lado las palabras del maestro Roberto Calasso, hoy queremos profundizar un poco en cómo se crea un editor. Queremos tratar de explicar cómo se conforma su huella que, a pesar de pasar desapercibida en muchas ocasiones, siempre queda ahí patente para la eternidad.

Calasso indica en su texto La edición como género literario que cada libro publicado por un editor es como un eslabón de la misma cadena, una “serpiente de libros” o incluso un capítulo de un gran libro que el editor escribe con cada obra que publica. De esta forma, es posible seguir un camino de miguitas de pan, en el que, si uno se fija es posible encontrarse con un artista; experimentando a veces, alcanzando la maestría en otras.

El arte de ser invisible

Por si ser editor no fuera un trabajo complejo de por sí, cuenta con una característica única que no suele encontrarse en otros trabajos y es que, la labor de un editor debe ser invisible.

Si las directrices, los cambios y los pequeños repuntes en el texto por parte de los editores “se ven”, lo más habitual es que la magia del texto se pierda. Si se le notan esas costuras, si el estilo del autor se diluye y se mezcla con el del propio editor, es posible que el color final no sea el que se espera.

Al fin y al cabo, el trabajo de un editor no debería ser el de “coser las costuras” de una obra, sino el de hacer de maestro, director de orquesta, dirigiendo al escritor, señalando los tempos y ejerciendo de líder. Por supuesto, cada director de orquesta imprime su personalidad y estilo en las obras, no es la misma obertura de Tannhäuser la que dirige Bernstein que la de Karajan.

La labor de un editor

Pero un editor es algo más que un director. En primer lugar, debe tener un conocimiento muy sólido del mercado literario actual. Es decir, que tiene que conocer muy bien qué están publicando las editoriales de la competencia y, al mismo tiempo, debe ser capaz de observar sus estándares de calidad, para compararlos con los suyos propios.

Un editor debe saber qué buscan los lectores en cada momento y adaptar su catálogo tanto a la demanda, como a la competencia. Esto también implica que el editor de libros debe tener un olfato especial que le permita identificar los posibles éxitos comerciales.

Y aquí es donde llegamos de nuevo a esa “cadena de libros” que forma el libro de la vida del editor. Con su conocimiento del mercado y ese olfato especial, el editor ha de definir una línea editorial, que no es más que un contenido homogéneo en calidad, pero también en temáticas o estilos, que serán diferentes para cada editorial y para cada editor.

El editor y su capacidad de adaptación

Más allá de las cuestiones de calidad, que deberían estar por encima de todo, el editor debe ser capaz de adaptarse. Esto significa que debe usar ese olfato suyo, así como sus conocimientos del mercado literario para adaptarse a los nuevos tiempos.

Hace unas semanas hablamos sobre la edición tradicional y la edición digital, con sus pros y contras. Esta es una demostración de olfato, si muchos lectores prefieren tener sus libros en formato digital, que les permite acumular muchos libros en sus lectores de ebook, hay ofrecerles esa opción.

Calasso, en su discurso, habla sobre dos visionarios de la edición. El primero es Aldo Manuzio, un veneciano que es considerado como uno de los primeros editores del mundo. Manuzio no solo publicó un libro en un idioma inventado, sino que fue el creador del “libro de bolsillo” al publicar una obra de Sófocles, en un formato que llamó parva forma, es decir, forma pequeña.

El otro visionario del que nos habla Calasso es Kurt Wolff, un joven editor alemán, que tuvo la idea de crear una línea de publicaciones en cuadernos verticales, similares a los que utilizan los niños en los colegios, y donde apareció publicado por primera vez La metamorfosis de Kafka, con un estilo que era todo lo que la obra del autor necesitaba.

El editor y la búsqueda de la excelencia

La publicación en 1915 de La metamorfosis no solo fue una edición vistosa, muy adecuada al tema y a la personalidad de su autor, con tapas negras y estrechas, y una etiqueta azul con marco negro. También lo fue porque Kafka, en ese momento, era un joven escritor desconocido y muy discreto, pero Wolff supo ver en aquel relato corto la excelencia de su autor.

Y aquí es donde llegamos a lo importante sobre el arte de ser editor. Manuzio y Wolff, con casi cuatrocientos años de diferencia se limitaron a hacer lo mismo: buscar la calidad.

Ambos fueron capaces de identificar la calidad, la genialidad y supieron adaptarse a lo que buscaba el mercado en cada momento. Ambos, mediante las obras que publicaron a lo largo de su vida, escribieron su propio libro, marcando el paso de lo que debe ser el oficio de editor que, como ya dijimos la semana pasada, apenas ha cambiado en los últimos 500 años.

El trabajo de un editor, tan difícil de juzgar al final, debe centrarse en una cosa: la forma. Es decir, la capacidad del editor para dar forma a la pluralidad de libros como si fueran los capítulos de un solo libro.

Para ello, el editor debe tener un cuidado obsesivo, cuidando no solo el texto, sino la apariencia de cada volumen, así como la forma en la que estos se presentan ante el mundo. Presentando al mundo una obra, la obra de su vida, que represente el mundo que le ha tocado vivir, reflejando con cada obra su época, la sociedad y la literatura del momento.

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