Isadora Duncan, leyenda de la danza, en Tras el velo de la belleza

Isadora Duncan, Tras el velo de la belleza

Una de las bailarinas más sobresalientes de todos los tiempos, la fundadora de la danza contemporánea, sin importar a quién le preguntemos, Isadora Duncan ocupa un lugar fundamental en el arte de nuestros tiempos. Ahora que se cumplen 95 años de su fallecimiento, le dedicamos estas líneas a quien ocupa también un papel importante en el nuevo libro de Thyrso Editorial Tras el velo de la belleza.

De nacionalidad estadounidense, sabemos que durante su infancia, a pesar de la difícil situación económica, Isadora Duncan (1877-1927) disfrutó el arte de grandes creadores, desde la música de Beethoven, Schumann, Schubert, Chopin hasta la literatura de Shakespeare, Shelley, Keats y Burns, como ella misma señaló en sus memorias.

No transcurriría mucho tiempo en su carrera antes de que la joven encantara a Estados Unidos y a Europa con sus movimientos. De acuerdo con Efthalía Papadaki, autora de Tras el velo de la belleza, “Isadora logró renovar la danza, demostrando que la liberación de los recursos expresivos y de la técnica podía conducir a un impresionante resultado estético”.

La propia Isadora consideraba que había llegado a Europa para ofrecer “un renacimiento religioso a través de la Danza, el conocimiento de la belleza y la santidad del cuerpo a través de los movimientos expresivos, y no la danza como entretenimiento de la bien alimentada burguesía”.

Por supuesto, es necesario poner su obra en contexto. En aquellos finales de los 1800 y principios de los 1900, la danza experimentaba una situación particular. Claire-Eliane Engel lo explica así: “En un período en que el ballet adolecía de un academicismo amanerado y los ballets rusos aún no habían llegado a Occidente, propone una renovación del arte de la danza que no se trata de una reproducción arqueológica de la coreografía antigua, sino de la expresión de una vital e intensa personalidad, servida de un excepcional genio estético”.

Isadora Duncan, retrato
Abraham Walkowitz- Isadora Duncan, tinta y grafito sobre papel, 1915

Desafortunadamente, Duncan murió muy joven, apenas a la edad de 50 años, víctima de un accidente. Se encontraba en Niza, Francia, allá por el año de 1927. Una tarde, subió como copiloto al auto del italiano Benoît Falchetto y, tras arrancar, su larga chalina se extendió con el viento hasta quedar atorada en la rueda del auto, lo que ocasionó que muriera estrangulada. El cuerpo de Duncan fue incinerado. Sus cenizas fueron trasladadas al cementerio del Père-Lachaise en París, donde reposan muchos otros artistas de talla internacional.

Junto con su hermano Raymond, Isadora Duncan fue muy cercana a Eva y Ánguelos Sikelianós. Esta pareja entabló una lucha encarnizada por recuperar el pasado griego: sus valores, su filosofía, su arte. La tentativa se enfrentó a diversos obstáculos, pero finalmente lograron organizar los primeros Festivales Délficos en 1927. En dicho espectáculo, llevaron a escena obras clásicas, organizaron competencias atléticas y realizaron una exposición de artesanías.

En nuestra próxima publicación, Tras el velo de la belleza, Efthalía Papadaki nos lleva de la mano por la vida de esta pareja, sus ideas y sus acciones, sus detractores y sus aliados. Nuestra autora nos sumerge en la tentativa de los Sikelianós por llevar el pasado griego a sus días y construir a través de él una nueva sociedad.

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